Construir universidad: dura tarea
ANTONIO JOSÉ MONAGAS | EL UNIVERSAL
miércoles 16 de marzo de 2016 12:00 AM
(A quienes viven la Universidad)
Hacer universidad no es cuestión de discurso. Tampoco de lacónicas ideas. Mucho menos, de estrechos sentimientos o meras acciones al voleo. Hacer universidad, es un asunto de compromiso de cara al viento que sopla en medio de los embates de un tormentoso momento. Hacer universidad, es mirar lo que cada pensamiento ilumina, para luego otear más allá del horizonte. Conjugar ambas perspectivas, constituye la llave que abre el compartimiento que guarda la voluntad. Pero que también abre la ventana de la razón sobre la cual se cimienta la estructura que soporta los niveles que sirven de plataforma al libre juego de elementos que dan sentido y dirección a las apreciaciones de la vida. Apreciaciones éstas que, derivadas de la relación intelectualidad-conocimiento, saben cernir las orientaciones que determinan la movilidad del mundo en sus más amplias expresiones.
Este preámbulo vale a manera de iluminar el camino que conduce hacia la razón de ser de la universidad: rectora de la educación, la cultura y la ciencia. También, de las humanidades, la tecnología y las artes. Pero a pesar del esfuerzo que ha significado abrirse paso por tan ardua senda, las universidades (autónomas) se han visto en serias dificultades para recorrerla. Más aún, hoy día cuando el actual régimen político venezolano, valiéndose del poder, se ha dado a la perversa tarea de obstruir su paso. De modo que es harto conocido, que estas universidades viven su peor trance: exiguos presupuestos, salarios de miseria. La violencia y la inseguridad campean sus aulas, jardines y pasillos.
Sin duda, estos eventos se traducen en zozobra, escrúpulo, inasistencias, conflictos. Sobre todo, desarreglo en lo institucional afectando por consiguiente, bibliotecas, laboratorios y clases. Esto se resume en una mediocre calidad académica y precariedad institucional. Desde luego, esto ha contribuido a que el país haya visto contraer su otrora posición en el universo académico al decaer en índices de desarrollo relativos a indicadores científicos y universitarios.
Paradójicamente, la actual crisis política y económica y social, que tiene igual repercusión al interior de la universidad autónoma venezolana, ha servido no sólo para justificar justos reclamos que fungen como legítimas y válidas reivindicaciones que buscan elevar la condición socioeconómica de los miembros de la comunidad universitaria. Así como también, la condición político-institucional que reclama la universidad autónoma en virtud de las contingencias que vapulean sus libertades académicas y valores morales que asientan su desarrollo y consolidación.
Es claro que el discurrir de la universidad autónoma no debe estar enviciadamente sujeto a estigmas que se nutren del resentimiento, el odio o del egoísmo que caracteriza el devenir político-partidista que define al país desde la crisis político-administrativa-financiera que consume sus ya debilitadas razones.
La polarización que afecta al país político, ha arrastrado inexorablemente las universidades a detenerse y reducirse en su forma de accionar protestas que mejor aviven sus capacidades y fortalezas. "Solidarizarse con la dignidad y autonomía de la universidad venezolana", como la Fapuv denomina uno de sus documentos fundamentales, más que protestar a viva voz, es refutar con el ejemplo que bien puede darse al mostrar el talante militante del profesorado de vocación democrática. Asimismo, el talento diligente de una comunidad universitaria creativa e innovadora con la fuerza de propuestas necesarias para infundirle consciencia al país político, económico y social. Por todo esto construir universidad, constituye una dura tarea.
antoniomonagas@gmail.com
Hacer universidad no es cuestión de discurso. Tampoco de lacónicas ideas. Mucho menos, de estrechos sentimientos o meras acciones al voleo. Hacer universidad, es un asunto de compromiso de cara al viento que sopla en medio de los embates de un tormentoso momento. Hacer universidad, es mirar lo que cada pensamiento ilumina, para luego otear más allá del horizonte. Conjugar ambas perspectivas, constituye la llave que abre el compartimiento que guarda la voluntad. Pero que también abre la ventana de la razón sobre la cual se cimienta la estructura que soporta los niveles que sirven de plataforma al libre juego de elementos que dan sentido y dirección a las apreciaciones de la vida. Apreciaciones éstas que, derivadas de la relación intelectualidad-conocimiento, saben cernir las orientaciones que determinan la movilidad del mundo en sus más amplias expresiones.
Este preámbulo vale a manera de iluminar el camino que conduce hacia la razón de ser de la universidad: rectora de la educación, la cultura y la ciencia. También, de las humanidades, la tecnología y las artes. Pero a pesar del esfuerzo que ha significado abrirse paso por tan ardua senda, las universidades (autónomas) se han visto en serias dificultades para recorrerla. Más aún, hoy día cuando el actual régimen político venezolano, valiéndose del poder, se ha dado a la perversa tarea de obstruir su paso. De modo que es harto conocido, que estas universidades viven su peor trance: exiguos presupuestos, salarios de miseria. La violencia y la inseguridad campean sus aulas, jardines y pasillos.
Sin duda, estos eventos se traducen en zozobra, escrúpulo, inasistencias, conflictos. Sobre todo, desarreglo en lo institucional afectando por consiguiente, bibliotecas, laboratorios y clases. Esto se resume en una mediocre calidad académica y precariedad institucional. Desde luego, esto ha contribuido a que el país haya visto contraer su otrora posición en el universo académico al decaer en índices de desarrollo relativos a indicadores científicos y universitarios.
Paradójicamente, la actual crisis política y económica y social, que tiene igual repercusión al interior de la universidad autónoma venezolana, ha servido no sólo para justificar justos reclamos que fungen como legítimas y válidas reivindicaciones que buscan elevar la condición socioeconómica de los miembros de la comunidad universitaria. Así como también, la condición político-institucional que reclama la universidad autónoma en virtud de las contingencias que vapulean sus libertades académicas y valores morales que asientan su desarrollo y consolidación.
Es claro que el discurrir de la universidad autónoma no debe estar enviciadamente sujeto a estigmas que se nutren del resentimiento, el odio o del egoísmo que caracteriza el devenir político-partidista que define al país desde la crisis político-administrativa-financiera que consume sus ya debilitadas razones.
La polarización que afecta al país político, ha arrastrado inexorablemente las universidades a detenerse y reducirse en su forma de accionar protestas que mejor aviven sus capacidades y fortalezas. "Solidarizarse con la dignidad y autonomía de la universidad venezolana", como la Fapuv denomina uno de sus documentos fundamentales, más que protestar a viva voz, es refutar con el ejemplo que bien puede darse al mostrar el talante militante del profesorado de vocación democrática. Asimismo, el talento diligente de una comunidad universitaria creativa e innovadora con la fuerza de propuestas necesarias para infundirle consciencia al país político, económico y social. Por todo esto construir universidad, constituye una dura tarea.
antoniomonagas@gmail.com
Fuente: www.eluniversal.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión es importante